Silvia Cintrano de la Torre
Hoy, 14 de febrero, se habla solo de una cosa: el día de San Valentín. Flores, bombones y corazones llenan las calles, internet y nuestras cabezas. Pero no es casualidad que también sea el Día Europeo de la Salud Sexual. San Valentín es un día para celebrar el amor, el cariño, la intimidad… afectos y deseos que se pueden expresar de múltiples formas.
La sexualidad forma parte de la naturaleza humana. No es únicamente el modo de verse y vivirse como una persona sexuada y sexual, sino también todas las opiniones, gustos, valores, identidad, orientación, prácticas sexuales (cuando las hay) y cómo las llevamos a cabo.
La sexualidad, cuando la cuidamos, nos conecta con nuestra naturaleza, con nosotros, con los otros, con el placer y la satisfacción. Sin embargo, ciertas expresiones de la sexualidad, nos pueden alejar de todo lo positivo y convertirse en una experiencia desagradable. Por tanto, una sexualidad sana contribuye hasta tal punto al bienestar de la persona que la Organización Mundial de la Salud así lo recoge. Pero la sexualidad, aunque sea parte intrínseca del ser humano, para vivirla de una forma sana, libre y responsable necesitaremos desarrollar a conciencia el conocimiento que nos ayude a ello, es decir, aprender sobre la salud sexual. Y la única vía que tenemos para ello será formarnos, crear una conciencia crítica, una responsabilidad, indagar, explorar, cuestionar, reflexionar… siempre buscando fuentes fiables.
Este proceso no es solo adecuado para una edad concreta, y es un error caer en pensamientos del tipo “es demasiado tarde, soy mayor para esto” o “es demasiado pronto para formar, son pequeños aún”.
El aprendizaje, la búsqueda, el cuestionamiento y la reflexión deben ser continuados, desde que nacemos hasta que morimos —como la existencia de la propia sexualidad—. Adaptando siempre el contenido a nuestra capacidad de comprensión en cada momento del ciclo vital. Y es por ello por lo que buscar herramientas para sentar unas buenas bases de cara a disfrutar de una buena educación sexual es tan importante.
No nacemos sabiendo, y tampoco es el objetivo. Pero debemos aprender a no vulnerar los derechos sexuales individuales. Para ello se debe fomentar el conocimiento de aquellas situaciones que los quebrantan, como discriminaciones por identidad, orientación, contagios de enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados, etcétera. Deberíamos aprender a cuidarnos y protegernos, y dotar a los más jóvenes de herramientas para que desde una autonomía responsable ellos también lo hagan.
Por ello, existen numerosos recursos a los que acudir. Entre ellos, In Fraganti. Hablemos de Educación Sexual, un libro que recoge las dudas más comunes sobre la sexualidad que nos hemos planteado de adolescentes —y que se plantean actualmente muchos de ellos— en algún momento de nuestro desarrollo afectivo-sexual, un tema del que se habla tanto, pero se forma tan poco. Es una manera de dar respuesta de forma clara y con la mayor rigurosidad científica a los aspectos más destacados de la educación sexual.
De este modo, el objetivo de este libro no es otro que crear una guía útil de consulta rápida para adolescentes, padres, profesores o adultos con diferentes dudas que no cuenten con las herramientas suficientes para darles respuesta.
Se trata de abordar las inquietudes más comunes, un buen punto de partida para crear una base necesaria desde la que comenzar a observar y ampliar la propia sexualidad.
In fraganti está dirigido tanto a adolescentes como a padres, docentes o a aquellas personas que consideran que no han recibido una educación sexual completa. Es perfecto para quienes tengan ciertas dudas y quieran ampliar su conocimiento sobre el tema, ya que nunca es tarde para seguir formándose en temas relacionados la sexualidad.
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