jueves, abril 25, 2024
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Cuando un balón paralizó una guerra

Coincidiendo con el Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz, efeméride con la que concienciar a la población acerca del papel fundamental del deporte en la promoción de los derechos humanos y el desarrollo económico y social de las naciones, Nacho M. Martín, autor de «No disparen al balón», nos trae esta interesante historia que nos demuestra la importancia del deporte para la cohesión social. Un texto que surge de uno de los momentos más especiales de la I Guerra Mundial.

Nacho M. Martín

Este miércoles se celebra el Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz con el claro objetivo de reconocer el papel positivo del deporte y la actividad física en las comunidades y en la vida de las personas en todo el mundo. Y es que el deporte tiene el poder de cambiar el mundo siendo una poderosa herramienta para fortalecer la paz, así como la solidaridad y el respeto por todos.

Ejemplos de este gran poder se han ido desarrollando a lo largo de los tiempos pero sin duda, uno de los más memorables fue el que se dio en la Navidad de 1914 cuando un partido de fútbol pudo parar una de las guerras más cruentas de la historia de la humanidad.

La efeméride tuvo lugar a las afueras de la localidad belga de Ypres, un punto más en la larga línea de trincheras que se extendía, desde la costa flamenca hasta los Vosgos, en el Frente Occidental, y en donde perdieron la vida más de 13 millones de personas (la mayoría alemanes, franceses y británicos) en esa locura bélica que la Historia bautizó luego como I Guerra Mundial. Fue allí cuando, tal y como contó tiempo después el teniente Kart Zehmisch, del 134º Regimiento Sajón de Infantería, los ingleses se arrimaron a las trincheras alemanas desarmados y con un balón de fútbol, dando el primer paso para que el deporte se convirtiera en un nexo de entendimiento y concordia.

Los alemanes aceptaron la iniciativa británica y entonces en un barrizal, en tierra de nadie, y a cuyos flancos el horror establecía su tiranía y los hombres intentaban acabar los unos con los otros, el 25 de diciembre de 1914 los enemigos dejaron de estar separados por el odio y la sinrazón, olvidaron las armas, y los disparos no fueron de balas o proyectiles, sino chuts a improvisadas porterías formadas por petates y ropa sucia amontonadas sobre el suelo.

Una vez concluido el partido, y según indican algunas fuentes, alemanes y británicos se reunieron en torno a improvisados árboles de Navidad y mientras unos entonaban el Stille Nacht, los otros respondían con la variante de la misma canción bajo el nombre de Silent Night. Y como todo árbol de Navidad que se precie tiene que cobijar el acto más hermoso del ser humano que es la generosidad y dar presentes al prójimo, los soldados británicos y alemanes empezaron a intercambiar cigarrillos, bebidas, chocolate, y lo que es más significativo, apretones de mano.

Y así, el deporte, más concretamente el fútbol, lo había logrado. De forma inesperada, se había iniciado un alto el fuego no oficial, que se extendería a otros puntos del frente occidental, y que pasaría a los anales de la Historia como uno de los momentos más conmovedores de la cruenta Primera Guerra Mundial.

Este poder de cohesión  social, de fraternidad y de compromiso con el progreso y el bienestar que tiene el deporte, se ha demostrado no sólo en las trincheras belgas allá por principios del siglo XX, sino que ha habido otros ejemplos como fue el Campeonato Mundial de Tenis de Mesa de 1971 que motivó que Estados Unidos iniciara relaciones diplomáticas con la República Popular China o como la fundación, en 1996, de la Youth Sports Association de Kigali (Ruanda) que acogía a deportistas tanto hutus como tutsis y fue un punto de ayuda en la reconstrucción del país tras el genocidio de 1994.

Así, ante tales muestras de lo bueno que puede lograr el deporte, Naciones Unidas, el 23 de agosto de 2013, proclamaron el 6 de abril como el Día Internacional para el Desarrollo y la Paz para impulsar la faceta promotora de la concordia que tiene el deporte. Al amparo de esta apuesta de la ONU por el deporte como elemento que acerca a los pueblos y entierra hostilidades, han surgido nuevas iniciativas que siguen esa buena senda como La Paz Fútbol Club, equipo surgido al calor de las negociaciones de paz en Colombia y formado tanto por ex guerrilleros de las FARC como por víctimas de esta guerrilla armada. Iniciativas que, en el momento actual, donde una nueva guerra vuelve a sucederse en el continente europeo y se vuelven a dar lamentables instantáneas como las de Mariupol o Bucha, toman más sentido que nunca.

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Es indudable el poder que tiene el deporte para unir a las personas, desarrollar una cultura y transmitir los valores propios de cada disciplina, aplicables al desarrollo personal y social. En «No disparen al balón» Nacho M. Martín comparte muchas historias que dan fe de ello. Historias sobres la importancia del contexto histórico a la hora de entender la pasión por el fútbol, por el deporte. Historias con las que entender el papel del deporte rey en nuestra historia.

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